jueves, 26 de marzo de 2015

Las Misiones Pedagógicas

Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás a las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero, también, que todos los hombres sepan.
(Federico García Lorca)

Cuando el 14 de Abril de 1931 se proclamaba la II República, las ciudades se mostraban republicanas, pero no las zonas rurales, a quienes la ola cultural iniciada en 1868 no había llegado. Esos lugares permanecieron aferrados a la tradición, por lo que según Rodolfo LLopis “había que conquistar estos lugares para la República”. A partir de este momento, se producen una serie de reformas, donde la educación se iba a convertir en la piedra angular, prestando especial atención a las zonas rurales que constaban con la mayor tasa de analfabetismo. Estas reformas propuestas por el gobierno republicano, se debían a regeneracionistas como Joaquín Costa y a los hombres de la Institución Libre de Enseñanza como Francisco Giner de los Ríos o Bartolomé Cossío, entre otros.
Las Misiones Pedagógicas fueron una iniciativa, de las diversas que hubo, para evitar el desequilibrio en la formación de los habitantes de los pueblos con respecto a los de las zonas urbanas. Esto, unido al aislamiento de la población rural fue lo que motivó la puesta en marcha de un amplio programa de misiones, hecho que expone Manuel Bartolome Cossío:

“Las Misiones pedagógicas que, sin equívoco, hubiera sido, tal vez, más acertado llamar Misiones a los pueblos o aldeas, no se han originado abstractamente, sino ante el hecho doloroso e innegable del abismo que en la vida espiritual, más aún que en la económica, existe en nuestro país entre la ciudad y la aldea… Por esto, como obra de justicia social han de fundamentarse las Misiones. Y Cuando el aislamiento desapareciese perderían la justificación de su existencia”.

La creación de las Misiones Pedagógicas, el 29 de Mayo de 1931, significó el ensayo de un modelo cultural plenamente moderno. Este modelo, diseñado, pensado y elaborado por el director y el fundador del Museo Pedagógico Nacional, Manuel Bartolomé Cossío, fue capaz de unir las voluntades de intelectuales de distinta procedencia pero en torno a un proyecto común, como ya hemos dicho anteriormente: paliar el desnivel que existía entre la vida cultural que se disfrutaba en las ciudades y el de las zonas rurales.


El patronato de las Misiones Pedagógicas propuso un orden de valores que podía compartir toda la ciudadanía, acercando a los campesinos a la vida democrática sin que se perdiera la cultura popular que había atesorado durante siglos. Su proyecto se fundamentaba de un intercambio de conocimientos y saberes. Las poblaciones rurales recibían, gracias a los misioneros, una muestra representativa de la gran cultura española (con el Museo del Pueblo, el Servicio del Cine, las Bibliotecas Circulantes, el Coro o el Teatro del Pueblo) y los jóvenes intelectuales que participaban en ellas (María Zambrano, Luis Cernuda, Rafael Dieste, Ramón Gaya y Miguel Hernández entre otros) se encontraron con una cultura popular que desconocían y que incorporaron a sus personales estilos creativos a través de nuevos temas y enfoques.

Los Servicios del Patronato

El Servicio de Bibliotecas

El Decreto de las misiones señalaba “el establecimiento de bibliotecas fijas y circulantes”, en las zonas rurales, donde apenas existía este servicio y si existían las colecciones de sus bibliotecas provenían de las desamortización, por lo que estaban atiborradas de libros viejos en latín, sin valor bibliográfico, desactualizados e ilegibles. Debido a esto, para las Misiones Pedagógicas, las bibliotecas fueron el elemento esencial y en el que más se invirtió.
Estas bibliotecas se dividían en dos bloques diferenciados:
  •           Lecturas para adultos: se componían de una sección de autores literarios del momento junto con los más representativos del siglo XIX; para encuadrarlos perfectamente incluían representaciones de autores universales y algunos clásicos españoles. Los autores más leídos fueron: Galdós, Valera, Pérez de Ayala, Cervantes y Quevedo entre los españoles; y Dikens, Tolstoy y Victor Hugo entre los extranjeros.

  •           Lectura para niños: estaba formada por una colección de cuentos clásicos, adaptaciones de obras maestras de la literatura, aventuras novelescas y autores contemporáneos. En esta sección los más solicitados fueron Perrault, los hermanos Grimm, Andersen, Hoffman, Las Mil y unas noches, Homero y Dante en ediciones infantiles.



Servicio de la Música


La labor cultural de las bibliotecas, se veía complementada por colecciones de gramófonos y de discos que el Patronato iba dejando en diversos pueblos. Los discos comprendían selecciones de música culta que iban desde Bach a Stravinski, sin faltar autores españoles como Chapí, Falla o Esplá entre otros.



               Servicio Cinematográfico

En estas Misiones, el cinematógrafo era el auxiliar más poderoso con que se actuaba en los pueblos. La proyección de películas despertaba una gran expectación. La pantalla ofrecía una visión de paisajes, hechos y costumbres completamente nuevos. Existía un fondo de 174 películas con temática diferentes (industria, geografía, dibujos animados, física, cómicas entre otras)


Teatro y Coro del Pueblo

El teatro y el Coro del pueblo tenían la función pedagógica de despertar la sensibilidad artística en los pueblos y villas que recorrían con sus actuaciones. Las obras tenían un carácter sencillo para que el público pudiera comprenderlas. Los autores predilectos de estas obras de teatro eran Juan de Encina, Lope de Vega, el Cervantes de los entremeses, el Calderón de las jácaras y mojigangas, Ramón de la Cruz, y el sabroso Molière. Este teatro se trataba de una farándula ambulante, sobria de decorados y ropajes, que estaba formado por estudiantes y dedicado a personas analfabetas.

Además, para los más pequeños se creó el Retablo de Fantoches, un teatro de guiñol, con el que se pretendía crear un ambiente amistoso y cordial, a través de cual retrasmitir los valores republicanos.



Museo del Pueblo

Cossío puso en el Museo del Pueblo su mayor ímpetu, ya que para él la contemplación estética significaba en la formación del sentimiento, el camino que lleva a una profunda armonía de la personalidad. Se debía enseñar ese arte que solo era accesible en las grandes ciudades con fines educativos, con este motivo se crea el Museo del Pueblo. Se realizaron copias de los cuadros a un tamaño muy parecido del original (procedentes del Museo del Prado, Museo Cerralbo o de la Real Academia de San Fernando) y fueron expuestas en dos colecciones paralelas que recorrían numerosas villas que no estaban aisladas por carretera. En estas exposiciones se colocaba música de fondo y los encargados las animaban con explicaciones y charlas sencillas sobre los movimientos artísticos e históricos.

El Museo dejaba reproducciones fotográficas o grabados, colocados en marcos, por las poblaciones por las que pasaban; y se regalaban a los visitantes fotografías de menor tamaño de las obras como recuerdo de la exposición y a modo de acentuar la posible influencia de estas.


Para terminar me gustaría dejar este breve documental en relación con las Misiones Pedagógicas



Bibliografía

  • Otero, E (1982), Las Misiones Pedagógicas: Una experiencia de educación popular. A Coruña: Ediciós do Castro.
  • Pérez, A (1999), Génesis, desarrollo y ocaso de las misiones pedagógicas durante la II República, Boletín de la institución Libre de Enseñanza, nº 36, pp 69-84. Recuperado de: https://colectivoeducadores.files.wordpress.com/2010/02/genesis-desarrollo-y-ocaso-de-las-misiones-pedagogicas-durante-la-ii-republica.pdf
  • VVAA, Las Misiones Pedagógicas (1931-1936). Madrid: SECC-Residencia de Estudiantes







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