Les trajo la Guerra. En trágicas caravanas, aun perseguidos por la muerte fascista, los niños salieron de su Madrid volviendo constantemente la cabeza (...)
A. Serna
Los conflictos armados siempre
tienen como protagonista involuntario a los niños, que pasa a ser el auténtico
perdedor. Debido a esto, durante el
periodo de entreguerras, surgen una serie de instituciones que convocan a las
naciones a la protección y a la solidaridad con la infancia. España, a partir
del 18 de julio de 1936, apelará a esta conciencia para evitar males mayores a
su población infantil. Con esto se emprenden diversas acciones para amparar a
los niños de los efectos de la Guerra.
La primera de estas medidas será
la evacuación de los civiles, de forma espontánea u organizada, de las zonas de
conflicto hacia otras más salubres y seguras. Se crea en este momento un Comité
de Refugiados por decreto de la Presidencia del Gobierno, cuya misión era la
evacuación de niños, mujeres y ancianos. Esta evacuación ponía especialmente
atención en los niños, que se trasladaban de forma dolorosa e incómoda en
cualquier medio de transporte para alejarlos de los horrores de la guerra.
Cómo la mayoría de estos niños
evacuados se encontraban en edad escolar, a partir de 1937, el Ministerio de
instrucción Pública tomó las riendas de la evacuación habilitando el Sistema de
Colonias, para que además de atender las necesidades básicas de la población
infantil (alimento, higiene, educación, etc.), rodear al niño del cariño y del
calor del hogar perdido.
Estas Colonias se instalaron
sobre todo en la zona de Levante, Cataluña, Murcia y Almería, al poseer un
mejor clima y por haber sido sofocada la rebelión militar por las fuerzas gubernamentales.
Casi la totalidad de las colonias fueron levantadas a partir de edificios ya
existentes, que reunían la posibilidad de acondicionamiento. Se trataba de
mansiones señoriales, caserones, palacios o fincas cuyos dueños habían huido a
la zona franquista o al extranjero.
Oficialmente, las Colonias
estaban organizadas en dos clases o regímenes, colectivo o familiar. Las
colonias colectivas estaban concebidas para un número entre 25 y 100 niños,
donde los niños y niñas eran acogidos dentro de una atmosfera familiar,
propiciado por el trato afectuoso y paternal del profesor/a. Sin embargo, las
colonias en régimen familiar fueron una solución de emergencia al problema de
la evacuación infantil, lo que suponía que los niños y niñas eran admitidos en las casas particulares de
determinadas familias. Por cada 50 o 60 niños acogidos, se nombraba a un
maestro responsable que controlaba sus necesidades de instrucción y observaba
su desenvolvimiento de su vida, tanto material como espiritual.
Estas colonias pretendieron de
alguna manera sustituir la escuela que durante la guerra no podría continuar
con su misión. Si estas Colonias, como ya hemos dicho anteriormente, debían
integrar la vida familiar y la educación, se debía seleccionar al personal
adecuado con ambas cualidades, misión en muchos casos complicada porque muchos
de ellos se encontraban en escuelas nacionales o estaban en el frente en las
“Milicias de la Cultura”. Se abrió en 1937 un concurso para cubrir 500 plazas
de Auxiliares docentes, al que pudieron optar maestros de primera enseñanza, puericultores, bachilleres, titulados de
enseñanzas profesionales, aquellos que tuviesen años de carrera aprobados, y en
general, toda persona comprendida entre los 18 y los 40 años”.
Estos profesores guiarían el
programa oficialmente establecido, insistiendo en que los niños deberían tener
una enseñanza activa, aunque los niños no van a la escuela propiamente dicha,
porque su finalidad no era instruirles, sino educarles.
“Alternarán los trabajos individuales, con
los hechos en grupos, para que aprendan a desarrollar sus propias habilidades
al mismo tiempo que se acostumbran a cooperar en un trabajo común”
Esta nueva forma de vida en
común, que se desarrolla en escenarios nuevos para el niño, le posibilita
entrar en contacto con otros muchachos con los que vive, asimilando conductas
societarias, y por otro lado, contemplar
y experimentar cosas y sensaciones diferentes.
“Los niños refugiados
llevan la guerra colgada
del semblante, y en los puños
el coraje de la raza.
No saben odiar y saben
los odios de la metralla,
las amarguras del llanto
de la madre atribulada,
y la ausencia de los chorros
alegres de su garganta.
Saben del hambre y del frío
clavados en sus entrañas,
y saben en los semblantes
ver el fondo de las almas …”
Bibliografía:
- Crego Navarro, R (1989). Las Colonias Escolares durante la Guerra Civil (1936-1939) en espacio tiempo y forma, Serie V, Hª Contemporánea, nº2.
- Fernández Soria, J:M. La Asistencia a la infancia en la guerra Civil. Las Colonias Escolares. Universidad de Valencia




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