lunes, 11 de mayo de 2015

Las colonias escolares durante la Guerra Civil

Les trajo la Guerra. En trágicas caravanas, aun perseguidos por la muerte fascista, los niños salieron de su Madrid volviendo constantemente la cabeza (...)
A. Serna




Los conflictos armados siempre tienen como protagonista involuntario a los niños, que pasa a ser el auténtico perdedor.  Debido a esto, durante el periodo de entreguerras, surgen una serie de instituciones que convocan a las naciones a la protección y a la solidaridad con la infancia. España, a partir del 18 de julio de 1936, apelará a esta conciencia para evitar males mayores a su población infantil. Con esto se emprenden diversas acciones para amparar a los niños de los efectos de la Guerra.

La primera de estas medidas será la evacuación de los civiles, de forma espontánea u organizada, de las zonas de conflicto hacia otras más salubres y seguras. Se crea en este momento un Comité de Refugiados por decreto de la Presidencia del Gobierno, cuya misión era la evacuación de niños, mujeres y ancianos. Esta evacuación ponía especialmente atención en los niños, que se trasladaban de forma dolorosa e incómoda en cualquier medio de transporte para alejarlos de los horrores de la guerra.



Cómo la mayoría de estos niños evacuados se encontraban en edad escolar, a partir de 1937, el Ministerio de instrucción Pública tomó las riendas de la evacuación habilitando el Sistema de Colonias, para que además de atender las necesidades básicas de la población infantil (alimento, higiene, educación, etc.), rodear al niño del cariño y del calor del hogar perdido.

Estas Colonias se instalaron sobre todo en la zona de Levante, Cataluña, Murcia y Almería, al poseer un mejor clima y por haber sido sofocada la rebelión militar por las fuerzas gubernamentales. Casi la totalidad de las colonias fueron levantadas a partir de edificios ya existentes, que reunían la posibilidad de acondicionamiento. Se trataba de mansiones señoriales, caserones, palacios o fincas cuyos dueños habían huido a la zona franquista o al extranjero.


Oficialmente, las Colonias estaban organizadas en dos clases o regímenes, colectivo o familiar. Las colonias colectivas estaban concebidas para un número entre 25 y 100 niños, donde los niños y niñas eran acogidos dentro de una atmosfera familiar, propiciado por el trato afectuoso y paternal del profesor/a. Sin embargo, las colonias en régimen familiar fueron una solución de emergencia al problema de la evacuación infantil, lo que suponía que los niños y niñas  eran admitidos en las casas particulares de determinadas familias. Por cada 50 o 60 niños acogidos, se nombraba a un maestro responsable que controlaba sus necesidades de instrucción y observaba su desenvolvimiento de su vida, tanto material como espiritual.

Estas colonias pretendieron de alguna manera sustituir la escuela que durante la guerra no podría continuar con su misión. Si estas Colonias, como ya hemos dicho anteriormente, debían integrar la vida familiar y la educación, se debía seleccionar al personal adecuado con ambas cualidades, misión en muchos casos complicada porque muchos de ellos se encontraban en escuelas nacionales o estaban en el frente en las “Milicias de la Cultura”. Se abrió en 1937 un concurso para cubrir 500 plazas de Auxiliares docentes, al que pudieron optar maestros de primera enseñanza, puericultores, bachilleres, titulados de enseñanzas profesionales, aquellos que tuviesen años de carrera aprobados, y en general, toda persona comprendida entre los 18 y los 40 años”.



Estos profesores guiarían el programa oficialmente establecido, insistiendo en que los niños deberían tener una enseñanza activa, aunque los niños no van a la escuela propiamente dicha, porque su finalidad no era instruirles, sino educarles.

“Alternarán los trabajos individuales, con los hechos en grupos, para que aprendan a desarrollar sus propias habilidades al mismo tiempo que se acostumbran a cooperar en un trabajo común

Esta nueva forma de vida en común, que se desarrolla en escenarios nuevos para el niño, le posibilita entrar en contacto con otros muchachos con los que vive, asimilando conductas societarias, y por otro lado,  contemplar y experimentar cosas y sensaciones diferentes.


“Los niños refugiados
llevan la guerra colgada
del semblante, y en los puños
el coraje de la raza.
No saben odiar y saben
los odios de la metralla,
las amarguras del llanto
de la madre atribulada,
y la ausencia de los chorros
alegres de su garganta.
Saben del hambre y del frío
clavados en sus entrañas,
y saben en los semblantes
ver el fondo de las almas …”



Bibliografía:

- Crego Navarro, R (1989). Las Colonias Escolares durante la Guerra Civil (1936-1939) en espacio tiempo y forma, Serie V, Hª Contemporánea, nº2.
- Fernández Soria, J:M. La Asistencia a la infancia en la guerra Civil. Las Colonias Escolares. Universidad de Valencia



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